Luis R. Robles J.
La revolución industrial fue un detonante del avance de la tecnología y por lo tanto del desarrollo de las sociedades. En menos de 200 años, la humanidad ha logrado cosas inimaginables, pero al mismo tiempo se han ido debilitando los lazos con la naturaleza. Un gran ejemplo de esto son las ciudades, que se han transformando en densas aglomeraciones populares, al día de hoy existen 95 ciudades que rebasan los 5 millones de habitantes y 15 de estas, están habitadas por más de 20 millones de personas, otro dato interesante es que desde 2008 la población urbana es mayor que las población rural.
El crecimiento desordenado de las ciudades es un gran problema social, económico y ambiental. La idea de que el desarrollo y el bienestar económico se encuentra en las grandes ciudades atrae a miles de migrantes, año con año, sin embargo, para la mayoría de las personas, cuando la ciudad crece el bienestar no llega, los recursos, al tener que repartirse entre más personas, escasean y peor, los espacios naturales se pierden. Adicionalmente, se calcula que en las áreas urbanas alrededor del mundo se emite un 70 por ciento del dióxido de carbono, principal gas responsable del calentamiento de la superficie terrestre.
Nuestra idea clásica de desarrollo y bienestar nos conduce a pensar que el establecimiento de las ciudades y su crecimiento implica modificaciones profundas de la naturaleza nativa para dar paso a las grandes construcciones e infraestructuras urbanas, no obstante, las ciudades también son ecosistemas y contienen sus propias componentes bióticos y abióticos que interactúan e influyen en un área mayor a sus límites físicos.
Diferentes diciplinas de las ciencias naturales y sociales convergen en el estudio de la dinámica de los ecosistemas urbanos. La ecología urbana nos dice que las ciudades representan una gran oportunidad, por sus propias características, de ser núcleos para la conservación de la biodiversidad, pero es necesario provocar un cambio cultural profundo, es decir, una nueva cultura ambiental y la necesidad de un nuevo paradigma urbano, mediante el cual, podamos lograr el bienestar y el progreso mediante la sensibilización consiente de nuestro vínculo con la naturaleza y el uso responsable y más eficiente posible de los recursos naturales con el objetivo de lograr un equilibrio entre el ecosistema y las actividades humanas que conviven dentro del mismo espacio. Como primer paso es necesario incorporar las áreas urbanas a los planes de conservación de la naturaleza, diseñando acciones que combinen la pedagogía, el reconocimiento de la naturaleza particular de cada ciudad y de las oportunidades económicas.
Las ciudades que logren una transformación hacia la sustentabilidad tendrán mejores oportunidades de enfrentar las adversidades climáticas. Una ciudad sustentable es aquella que cuenta con suficientes espacios naturales para enriquecer su función ecológica y al mismo tiempo es un puente biogeográfico que provee de refugio y libre tránsito a las especies silvestres y aprovecha estas condiciones para potenciar su economía, explicado de otra forma, las ciudades sustentables deben tener como valor central su propio patrimonio ambiental, deben promover el consumo responsable, usar energías limpias, gestionar eficientemente los residuos y en consecuencia de las anteriores, generar una red económica basada en la conservación del medio ambiente.
No será una tarea fácil convertir nuestras ciudades actuales en ecosistemas urbanos sustentables, pero lo podemos lograr. En Acuario Michin podrás encontrar un espacio para la educación, la cultura y el fortalecimiento de los valores medioambientales y estamos seguros que serán inspiradores para que juntos construyamos una mejor ciudad para vivir en comunión con la naturaleza ¡visítanos!