Luis Roberto Robles J.
El clima es un concepto fácil de definir, pero complejo de comprender, sus impredecibles interacciones continúan rompiendo la cabeza de los más destacados científicos y a aquellos que buscan comprender su naturaleza intrincada. Es un conjunto de características físicas; temperatura, humedad, presión atmosférica y luz solar que persisten a lo largo de períodos lo suficientemente largos como para moldear los ecosistemas locales. Sin embargo, el clima no es estático, es un complejo de variaciones armónicas en constante movimiento, donde las condiciones fluctúan en ciclos determinados.
Visto desde una perspectiva global, el sistema climático terrestre es una sinfonía de interacciones entre la atmósfera, los océanos y los seres vivos, especialmente aquellos organismos que realizan la fotosíntesis. Estas interacciones se entrelazan con otros componentes de la Tierra, formando un intricado tejido donde la energía solar es absorbida por la superficie terrestre y luego redistribuida a través de corrientes atmosféricas y oceánicas. Es así como se generan los patrones de circulación que transportan el calor y la humedad alrededor del planeta.
Pero debemos recordar que el clima también es local, y su configuración específica está determinada por factores como la topografía, la latitud y la proximidad al agua. Estos elementos determinan la personalidad climática de cada lugar, creando microcosmos donde el clima se despliega en su propia coreografía.
Sin embargo, dentro de esta sinfonía climática, también encontramos variaciones naturales de carácter temporal y cíclico. Los fenómenos climáticos, como El Niño, cuando son intensos pueden desencadenar cambios extremos, vale decir que El Niño se manifiesta con un incremento en la temperatura superficial del océano en la región del Pacífico oriental, frente a las costas de Ecuador y Perú. Una variante de este fenómeno es El Niño Modoki, esta última palabra es de origen japonés y significa “parecido pero diferente”. El Niño Modoki a diferencia de su “hermano” se caracteriza por incremento intenso en la temperatura de la superficie del océano Pacífico central y su impacto en los climas locales tiene más incertidumbre, aunque se sabe que tiene gran potencial para provocar sequías, inundaciones y alteraciones en los patrones de lluvia en diferentes regiones del mundo.
Las agencias climáticas de Europa y Estados Unidos han pronosticado que en la segunda mitad del año 2023 y hasta el verano boral de 2024 estaremos experimentando un evento de El Niño Modoki que preocupa por la intensidad y rapidez con la que están cambiando los indicadores de temperatura superficial oceánica y patrón de vientos.
Es importante saber que la variabilidad natural es parte de este sistema y estos episodios nos recuerdan la naturaleza dinámica y en constante cambio del clima, pero también tenemos que reflexionar sobre acciones humanas que han llevado al sistema climático a tomar rutas desconocidas, como el cambio global reciente.
Hay muchas acciones positivas que podemos hacer para contribuir a las metas y objetivos que han planteado los expertos en cambio climático y en Acuario Michin podrás conocer más sobre este tema con nuestros expertos.