En los años setenta del siglo pasado, el departamento de defensa norteamericano y el Instituto de Oceanografía Woods Hole, dieron a conocer al mundo las impactantes imágenes captadas por la cámara del submarino Alvin. Las expediciones de Alvin fueron grabadas y transmitidas públicamente y esto dio lugar a que miles de familias vieran desde sus televisores por primera vez los secretos del fondo marino y sus extrañas criaturas.
Los que fuimos influenciados por las expediciones del Alvin para formarnos en las ciencias del mar, coincidimos que las imágenes más cautivadoras que capturó el submarino fueron las de los ctenóforos, llamativos pero simples animales que por su aspecto y cuerpo gelatinoso son fácilmente confundibles con las medusas, pero a diferencia de estas, los ctenóforos son bioluminiscentes y pueden refractar la luz en sus cilios, emitiendo pulsos de luces multicolores, como si se tratase de un artefacto electrónico, nadando libremente en la inmensidad del océano como las luciérnagas en el campo.
Ctenóforo significa ‘portador de peines’ y esto es porque los ctenóforos tienen a lo largo de su cuerpo hileras de pequeños cilos en forma de peines que les son útiles para nadar, para ser precisos, ocho hileras y son estos peines los que refractan la luz en múltiples colores. Comparado con otros animales, los ctenóforos tienen una biología muy simple, son animales primitivos que habitan el océano desde hace más de 500 millones de años, la mayoría son de forma globosa, pero también hay de forma acintada, algunos tienen tentáculos, otros no, las especies más pequeñas miden apenas unos centímetros y las más grandes pueden medir un poco más de dos metros y a pesar de su antigüedad y el éxito de su diseño, existen pocas especies vivas conocidas (menos de 180).
IMAGEN RECUPERADA DE: HTTPS://COMMONS.WIKIMEDIA.ORG/WIKI/FILE:COMB_JELLIES-MBA.JPG
Los ctenóforos se alimentan de pequeños crustáceos, larvas de peces y animales que van encentrando en la columna de agua, para cazarlos poseen unas células especiales, parecidas a las células urticantes de las medusas, pero a diferencia de estas, en lugar de producir una sustancia tóxica, producen una sustancia tan pegajosa que a las presas les es imposible escapar, estas células se llaman coloblastos.
Los ctenóforos no forman grupos y nadan libremente entre los primeros metros y los tres mil metros de profundidad, y aunque habitan en todas las latitudes, prefieren mantenerse en aguas de templadas a cálidas. El calentamiento de la superficie oceánica en las últimas décadas ha propiciado que las poblaciones de ctenóforos crezcan y puesto que compiten fuertemente por alimento, se desencadena un efecto negativo para la pesca.
Estos fascinantes animales, parecen silenciosos y de perfil bajo entre la inmensa fauna marina, pero desde mi percepción, con toda su simpleza nos transportan a los mismos orígenes de la vida, sin embargo, también nos indican, cuando su presencia es abundante; que el océano se está calentando, como si fueran luces de advertencia en el tablero de la naturaleza.
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